Hoy en día cuantificamos
absolutamente todo y, como no podía ser de otra forma, en el fútbol, cada vez
lo hacemos más. Tenemos infinidad de maneras para cuantificar recorridos,
capacidades de esfuerzo, balones recuperados… parámetros individuales,
colectivos, técnicos, tácticos, físicos, todo. Simples números en un papel o
una pantalla que, según a ojos de quien los observe, los puede interpretar de
una u otra manera.
En ocasiones, las estadísticas se
usan para justificar debilidades y/o desconocimiento. Nos empeñamos en poner
nombre a todo, tenemos miedo a lo desconocido, a lo que no controlamos y para
eso, siempre tenemos los dichosos números. Con esto no quiero decir que no me
interesen ciertos parámetros y ciertas informaciones, aunque debemos de
integrarlas dentro de un contexto, cuantificando no solo la cantidad sino la
calidad.
Porque al final, el contexto es el que nos da la información real, es
el que envuelve todo, el que da sentido al número, al dato, frío de por si.
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Soy de los que considera –y, cada
vez somos más y más- que, en nuestro deporte, no podemos cuantificar en base a
cantidades y, menos aún en etapas de formación. Al fútbol se juega con la
cabeza y se ejecuta con los pies. Al final, todo pasa por una buena formación, ahí
está la clave pero, para que el jugador llegue con la formación adecuada y no
dependa siempre de su calidad individual, debemos de ser lo suficientemente
críticos con nosotros mismos. Nuestra formación, es su formación, sin esto, nada
de lo otro tiene sentido.
Evitemos alimentar cierta hipocresía
que hay alrededor del fútbol y seamos parte del cambio y la evolución.
@PolAturiac